“No todo ocurre por una
razón”
Estoy escuchando a un
hombre contar una historia. Una mujer que él conoce estuvo en un accidente de
auto devastador y ahora vive en un estado de casi permanente dolor:
parapléjica, y con muchas de sus esperanzas robadas.
Lo he escuchado un millón
de veces antes, pero nunca deja de impactarme: él le dice que piensa que la
tragedia ha dado lugar a cambios positivos en su vida. El pronuncia las
palabras que no son menos que violencia emocional, espiritual y psicológica:
“Todo ocurre por una razón”.
Le dice que esto ha sido
algo necesario para su crecimiento. Pero ese es el tipo de basura que destruye
vidas. Y es categóricamente una mentira.
Luego de tantos años
trabajando con personas en pena como consejero y estratega frente la adversidad,
aún me sorprende que estos mitos persistan a pesar de que no son otra cosa que
clichés presentados como una sofisticación. Y peor aún, nos aparta de hacer lo
único que debemos hacer cuando
nuestras vidas quedan “dadas vuelta”: sufrir el duelo.
Acá está la verdad: así
como tan bellamente dijo mi mentora, Megan Devine: “Algunas cosas en la vida no pueden arreglarse. Solo pueden ser
soportadas”.
El duelo es brutalmente
doloroso. No ocurre solo cuando alguien muere. Cuando las parejas se
separan, se sufre. Cuando las oportunidades se pierden, se sufre. Cuando la
enfermedad nos destruye, se sufre.
Perder un hijo no puede
arreglarse. Ser diagnosticado con una enfermedad debilitante no puede
arreglarse. Enfrentar la traición de nuestro confidente más cercano, no puede
arreglarse. Estas cosas solo puede soportarse.
Déjeme ser claro: si usted
ha atravesado una tragedia y alguien le dice, de la manera que sea, que su tragedia
debía ocurrir, que sucedió por una razón, que lo hará una mejor persona, o que
haciéndose responsable por ella, se sentirá mejor, tiene todo el derecho de
eliminar esa persona de su vida.
Es verdad, la devastación
puede llevar a crecimiento, pero frecuentemente no lo hace. Habitualmente destruye
las vidas- en parte porque reemplazamos el dolor con consejos. Con clichés.
Ahora vivo una vida
extraordinaria. He sido profundamente bendecido con las oportunidades que
he tenido y la vida radicalmente no convencional que he construido para
mí mismo. Pero la pérdida no ha hecho de mí una mejor persona, de hecho,
en algunas cosas, me ha endurecido.
Mientras que la pérdida me
ha hecho más atento y más empático al dolor ajeno, también me ha hecho más
propenso a esconder. Tengo una mirada más cínica sobre la naturaleza humana y
una mayor impaciencia con las personas que no están familiarizadas con lo que
la pérdida le hace a las personas. Y sobre todo, he quedado con una culpa
generalizada del sobreviviente que me ha perseguido toda mi vida. En pocas
palabras, mi dolor nunca se ha ido, simplemente he aprendido a encauzarlo hacia
el trabajo con otros. Pero decir que mis pérdidas, de alguna manera, tuvieron
que ocurrir para que mis talentos crecieran, sería pisotear en las memorias de
todos aquellos que perdí tan joven, de todos aquellos que sufrieron sin razón,
y de todos quienes enfrentaron las mismas pruebas que yo, pero no las
superaron.
Simplemente, no haré eso.
No voy a asumir que Dios me ordenó vivir en lugar de todos los demás, solo para
hacer lo que hago ahora. Y ciertamente no voy a pretender que lo logré
simplemente porque fui lo suficientemente fuerte, que fui exitoso
porque me hice responsable. Pienso
que la gente le dice a los demás que se hagan responsables cuando no quieren
comprender.
Responsabilidad personal
implica que hay algo de lo que responsabilizarse. usted no se responsabiliza
por ser violado o por haber perdido a su hijo. Usted es responsable por la
forma en que elije vivir el despertar de los horrores que confronta, pero no
elije sufrir su pérdida. No somos tan inteligentes o poderosos. Cuando el
infierno lo visita, no podemos escapar al sufrimiento.
Es por esto que los clichés
son tan peligrosos: al soltarlos sobre aquellos que decimos amar, les negamos
el derecho de sufrir su pérdida. Y al hacerlo, les negamos el derecho de ser
humanos. Robamos un poco de su libertad precisamente cuando están parados en la
intersección de su mayor fragilidad y desesperación.
He tenido pérdidas muchas
veces en mi vida. He sido abrumado por una pena tan grande que casi me ha
matado. Aquellos que ayudaron-los únicos que ayudaron- fueron aquellos que
simplemente estuvieron ahí.
Estoy aquí,- he vivido-
porque ellos eligieron amarme. Me amaron en silencio, en su voluntad de sufrir
conmigo y a mi lado. Ellos me amaron en su deseo de estar tan incómdos, tan
destrozados como yo estaba, aunque fuese por una semana, una hora o simplemente
unos pocos minutos. La mayoría de la gente no tiene idea de lo profundamente
poderoso que esto es.
Curarse y transformarse puede
ocurrir. Pero no si no se nos permite hacer el duelo. Porque el duelo no es por
sí mismo un obstáculo.
Los obstáculos vienen más
tarde. Las elecciones de cómo vivir, como sobrellevar lo que hemos perdido,
como armar un nuevo mosaico de nosotros mismos…eso viene con el despertar del
duelo.
Pero nuestra cultura trata
al duelo como un problema a ser resuelto, una enfermedad a ser curada. Hacemos
todo lo posible para evitar, ignorar o transformar el duelo. Así es que ahora,
cuando usted enfrenta una tragedia, se encuentra que ya no está más rodeado por
personas, está rodeado de clichés.
Entonces, ¿qué ofrecemos en
lugar de todo ocurre por una razón?
Lo último que necesita una
persona devastada por una pérdida es un consejo. Su mundo ha sido destruido.
Invitar a alguien-cualquiera- a su mundo, es un acto de gran riesgo. Tratar de
arreglar, racionalizar o eliminar su dolor, solo profundizará su terror.
En lugar de esto, lo más
poderoso que usted puede hacer es registrar.
Decir, literalmente, estas palabras: “Registro tu dolor. Estoy acá, con vos”.
Note que dije con vos, y no para vos. Decir para
implica que usted hará algo. Y no es lo que debe hacer. Pero estar con su ser
querido, sufrir con él, hacer cualquier cosa menos “algo”, es increíblemente
poderoso.
No hay acto más grande para
el otro que el registro.
Y para ello, no se requiere
entrenamiento, ni talentos especiales, solo la voluntad de estar presente, y
seguir presente hasta tanto sea necesario.
Esté ahí. Solo esté ahí. No
se vaya cuando se sienta incómodo o cuando sienta que no está haciendo nada. De
hecho, es cuando se siente incomodo y sintiendo que no está haciendo nada
cuando debe quedarse.
Porque es en esos
lugares-en las sombras del horror raramente nos permitimos entrar-en donde los
comienzos de las cicatrizaciones se encuentran. Esta curación se encuentra
cuando tenemos a otros que están dispuestos a entrar en ese espacio a nuestro
lado. Cada persona de duelo en el mundo, necesita a estas personas.
Le ruego, sea una de esas
personas. Usted es más necesario de lo que cree. Y cuando usted se encuentra necesitado de una de esas personas, encuéntrelas. Le aseguro que ahí están.
El resto, puede irse.
Tim Lawrence
Esto, tan bellamente
escrito por el periodista y “estratega frente a la adversidad” Tim Lawrence,
nos llama la atención sobre cuánto daño pueden hacer las frases vacías, los “clichés”, que en ocasiones se dicen ante una pérdida dolorosa. Que estas palabras huecas
pueden ser más dañinas que de ayuda, por más que sean dichas con la mejor
intención y que debemos ser cuidadosos. Porque algunas cosas en la vida no pueden arreglarse, solo pueden ser soportadas, porque no todo ocurre por una razón.
Quien pierde a un ser
querido, su salud, un amor, un sueño…necesita de esas personas especiales que
están dispuestas a simplemente estar ahí, sintiendo, doliendo, en silencio, con
quien sufre. Sin frases hechas, palabras superficiales, sin dar por sentado que
se sabe cómo debe vivir el duelo el otro. Sin aconsejar sobre qué hacer para
pasar lo más rápidamente posible ese momento, cómo recuperarse con el menor
daño posible, sin sugerir cuánto tiempo debe sufrirse la pérdida, cuánto “sería
lógico” que durara el duelo.
“Las lágrimas de hoy son
las risas de ayer” leí una vez…el no ver más a quien tanto amamos “merece”
nuestras lágrimas. No hacerlo es, como dice Lawrence, pisotear su memoria.
Quien no esté dispuesto a acompañarnos en este camino, puede irse.